Baza

camino espiritual del sur

Camino
espiritual
del sur

Si la Accitania es el imperio de la arcilla, el mar petrificado en oleaje derramado en cerros que se admiran de sí mismos en la variedad de sus caprichosas maneras de empinarse, la Bastetania es el predominio de un cuarzo blanquecino que baña valles presididos por el Jabalcón, cuya altura excede al Mencal en su grandeza.

No es extraño que Zújar diera albergue natural de alturas a la Madre sobrenatural más alta, y así, diera a la Virgen de la Cabeza su roca más alta como trono. Desde allí, se puede contemplar la vida recontada en milenios, con descanso de oasis en medio del secarral. La Bastetania es un milagro y Baza su gracia más perfecta. Aquí los montes y los valles se llaman cerros y hoyas, pues el lenguaje de los hombres y mujeres de esta tierra nunca fue pretencioso, sino más bien ajustado a humildad y sencilla llaneza. De ahí su trasparencia.

Historia, espiritualidad y datos de interés

En Baza, en el Cerro Cepero, el perímetro de una antigua basílica cristiana, nos habla de la pervivencia de una esperanza que conduce a la caridad. La Orden Mercedaria marcó indeleblemente el ser de Baza, albergando en su templo a la Virgen de la Piedad. Desde entonces, y hace ya medio milenio, la Virgen es tan importante que merece la pena perdurar en simbólica batalla por un Cascamorras que la quiere llevar o que nunca la trae: el juego de dos ciudades tan geniales que han convertido la competitividad en convivencia y la rivalidad en fiesta. Cada año, Guadix y Baza enseñan a sus niños cómo hay alguien tan importante que merece la pena pujar en juego por Ella, aunque la puja dure quinientos años: María.

La Madre es tanto más valiosa cuanto más dure un pleito sin otra sentencia que el propio pleitear. Cascamorras evoca el triunfo secular de un fracaso anualmente repetido. Es un “quiero y no puedo” que define el ser de esta tierra: aunque no pueda, sigo queriendo. Somos un impulso ciego alumbrado por la tenue luz de nuestra propia sed de inmortalidad. Cascamorras no es un intento vano camino de un frustrante fracaso, sino el renovado impulso de un ímpetu siempre triunfante…

(Manuel Amezcua Morillas. Cura de las Cuevas y Canónigo Archivero)

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