EL PROTAGONISTA DE NUESTRA HISTORIA es un “peregrino”, aunque sea en el sentido etimológico de la palabra porque viene dispuesto a atravesar los campos de este territorio con distintas motivaciones y perspectivas que son compatibles entre sí, bien sea deportivas, culturales en un amplio sentido y/o religioso-espirituales.
EL MENSAJE es promocionar el territorio y entorno del camino de peregrinación con la historia vinculada al mismo, es decir una geografía y un paisaje con historia, con una significación espiritual, tanto por el encuentro con el propio patrimonio natural como con el patrimonio cultural en el más amplio sentido, y cuyo atractivo ha de hacerse llegar al mero transeúnte para que retorne como peregrino o visitante.
Nuestro peregrino se sitúa en lo alto de la ciudad de Guadix, en el mirador del Padre Poveda, junto al barrio de las Cuevas, donde desplegó una ejemplar labor educativa. Se encuentra allí como punto de partida. Pues así la tradición nos relata que siete varones apostólicos, ordenados por San Pedro y San Pablo, comenzaron en esa población la cristianización de España, deviniendo la cátedra de Guadix la más antigua de las iglesias hispanas, así también es lugar muy a propósito para iniciar una andadura.
Divisa la Catedral, alma y vida de Guadix al decir del escritor accitano Pedro Antonio de Alarcón, que fue levantada sobre los restos de la mezquita Aljama; y también divisa la antigua alcazaba que ha de recordarle, que el recorrido del camino a emprender le conduce por una tierra de frontera, muy especialmente la de los reinos cristianos con el reino Nazarí de Granada, de lo que serán sus huellas las numerosas fortalezas, torres vigía y atalayas que visualizará en el trayecto. En ese especial pasado Islámico, Guadix atinara a ser cuna, entre otros muchos pensadores, de Abentofail, autor de la primera novela filosófica de la humanidad: “El filósofo autodidacta”.
Ya puede adivinar el peregrino mirando el horizonte que en su recorrido se enfrentará a las inclemencias, pero también a los paisajes, del Geoparque; un territorio espectacular que alberga uno de los mejores registros geológicos continentales de los últimos 5 millones de años y el más completo conjunto de restos fósiles de los grandes mamíferos ya extinguidos que vivieron durante el Periodo Cuaternario (los últimos 2,5 millones de años de la historia de la Tierra, cuando apareció la humanidad sobre el planeta).
Descenderá a visitar la Catedral y descubrirá sus tesoros.
Proseguirá adentrándose hacia Benalúa y desde allí hasta el lugar de Face Retama a unas leguas de Guadix, donde redescubrir la figura de San Torcuato, que la tradición también contempla como discípulo del apóstol Santiago, Patrón de las Españas. Y desde allí se verá atravesando y seducido por el desierto, donde adquirir una sabiduría especial: la de la sencillez porque lo ha de cruzar portando lo elemental, la de la solidaridad por la propia conciencia de escasez de lo que lleva, que por lo mismo despierta el sagrado deber de la hospitalidad y junto a ello la fuerza del silencio y por ende la escucha. Y la serenidad, por la aceptación humilde de la experiencia del encuentro consigo en lugar donde uno se desprende de lo accesorio y permanece con lo esencial. Un caminar donde recuperar el aroma del tiempo porque todo transcurre a otro ritmo. El desierto no será ya solo un tipo de paisaje, sino una dimensión interior de nuestra condición humana.
Entre Fonelas y en la lejanía el monte Jabalcón, el desierto de Gorafe será una espectacular amalgama de formas y colores entre cárcavas y barrancos. Un parque megalítico con más de 200 dólmenes muestra el ancestral sentido de espiritualidad desde los primeros pobladores. Son otros muchos los vestigios, como comprobará después en Orce, de que los primeros habitantes de Europa, hace un millón y medio de años, se asentaron en esta tierra.
Todo desierto tiene su oasis y se alcanzará el balneario de Alicún de las Torres con sus aguas minero medicinales, en un entorno tranquilo y singular rodeado de restos megalíticos. La escasa contaminación lumínica permitirá en Gorafe contemplar de un modo privilegiado el cielo estrellado. Y en Freila desde su Castillo podrá desviarse hacia el embalse del Negratín una playa de interior y las vistas de la Torre del Maruq le esperan.
Retrocederá en algunas ocasiones sobre sus pasos, con esa cierta desazón como la que tantos han pasado dando vueltas por todo tipo de desiertos. Descubrirá miradores con singulares panorámicas, un conjunto de humildes casas cuevas abandonadas o habitadas, pero no como las ya esplendorosas de Guadix u otras a descubrir en Baza, Benamaurel, Cúllar, Castilléjar, Galera y Huéscar.
Y enlazando con una vía verde llegará a Baza. Desde la lejanía podrá imaginar lo que fue un momento esencial para la reconquista en 1489. Allí el valor musulmán consiguió arredrar a las huestes castellanas a pesar de la desproporción de combatientes. No se puso fin al cerco de la ciudad, iniciado tras la “batalla de las huertas”, hasta que llegó con decisivo impulso la Reina Católica. El asedio se prolongó por 6 meses y se emplearon con contundencia grandes lombardas y otras piezas de artillería. Y en ese trance, si en Caravaca vivió siglos atrás su conversión el sayid almohade Abu Zeit ante el milagro de la aparición de la Cruz; en Baza fue su caudillo Yahya Al Nayyar el que según la leyenda tras una prodigiosa visión de una resplandeciente Cruz en el aire junto al apóstol san Pedro, se vio arrastrado a su sincera conversión.
Aunque luego se prolongara la guerra hasta el principio de 1492, la toma de Baza en 1489 era en realidad el final de la guerra de Granada y así se vivió con entusiasmo en Roma. En la Iglesia de Santiago de los Españoles, el domingo 10 de enero de 1490, el Reverendo Padre don Bernardino de Carvajal, Obispo de Badajoz y embajador real, con palabras de la primera epístola del Apóstol San Juan, “La victoria que vence al mundo es nuestra fe” iniciaba un discurso en conmemoración de la conquista de la ciudad de Baza relatando numerosos pormenores.
De la mano de los cronistas la última fase de la reconquista aparece en su fondo como una singular epopeya en que el valor y las desdichas del enemigo recibían un trato respetuoso, y en que tales calidades contribuían a realzar la magnitud de la victoria y así se vivió la rendición del Rey Zagal ante los Reyes Católicos en Guadix. Además, como se recoge en un antiguo documento “aunque en la guerra se daban lanzadas, cuando había treguas y paz, pasaban presentes y dádivas de una parte a otra”.
Caminando hacia el cerro el Jabalcón, ascendiendo hasta la cumbre se encuentra la ermita de la Virgen de la Cabeza. De nuevo podrán contemplarse zonas semidesérticas a uno y otro lado, pero también las aguas del embalse del Negratín y a los pies de la montaña, Zújar, célebre por sus aguas minero medicinales y sus baños.
En honor de la Virgen de la Cabeza, Zújar, Benamaurel y Cúllar, celebran una fiesta de “moros y cristianos” donde el trasfondo es “El Cautiverio y Rescate de Ntra. Sra. la Virgen de la Cabeza”
De forma similar la fiesta del “Cascamorras” presenta en su trasfondo la disputa entre Guadix y Baza por recuperar los accitanos la imagen de Ntra. Sra. de la Piedad que conservan los bastetanos.
Advierte al caminante tras atravesar Benamaurel la siguiente población de Cúllar, la Torre del Alabí, de época nazarí, situada en un cerro frente al pueblo, hoy torre-campanario de una ermita adosada. Otros muchos campanarios se han de escuchar durante el camino. Ha sido Cúllar un antiguo cruce de caminos, lo mismo se detuvo allí Almanzor con sus tropas que siglos después don Juan de Austria.
Orce y Galera son todo un acontecimiento arqueológico. Si Baza tiene su célebre Dama de gran tamaño, Galera también, una figurilla sentada entre dos esfinges, sosteniendo un cuenco al que vierte líquido por dos agujeros que tiene en los pechos y Cúllar tiene su ídolo antropomorfo del yacimiento de El Malagón situado en un promontorio del municipio.
Así, nuestro caminante atisbando algunas huertas entre angostas tierras llegará al manantial de Fuencaliente convertido en piscina natural, umbral de Huéscar. Si en la distancia antes veía como imponente pirámide el monte de la Sagra de 2383 m. de altitud, ahora poco después visualiza a su derecha la sierra de la Encantada donde una fortaleza precedió a la ciudad de Huéscar y al fondo a lo lejos la sierra de Marmolance.
En la ciudad: la colegiata de Santa María Mayor de la Encarnación, templo jubilar por concesión de Benedicto XVI, una catedral de Toledo en Granada como se ha dicho por su magnificencia y su dependencia eclesial de Toledo hasta el siglo XX, la iglesia de Santiago y los conventos de Santo Domingo y San Francisco. En las sierras que la rodean con numerosas atalayas, pacen las ovejas segureñas y numerosa fauna silvestre. Siendo la región más oscura en los mapas de contaminación lumínica de la península ibérica son magníficos sus parajes para ver las estrellas. Y en uno de ellos con vistas a la Sagra muchos aseguran el verdadero nacimiento del Guadalquivir.
La conquista de la ciudad en 1435 alcanzó fortuna literaria de la pluma de Fernando del Pulgar al narrar entre las vidas de “los claros varones de España” la de don Rodrigo Manrique, padre del gran poeta Jorge Manrique, autor de las célebres coplas a la muerte de su padre. La narró también magníficamente Miguel Lafuente Alcántara. Don Rodrigo atravesando la sierra de Segura conquistó en valeroso ataque la ciudad de Huéscar, y la mantuvo con el auxilio de don Fadrique de Toledo; de nuevo años más tarde cayó en poder de los musulmanes y en 1488 en la campaña de los Reyes Católicos hacia Baza volvió a manos cristianas.
El peregrino de repente entra en un nuevo paisaje que explica la gran biodiversidad del territorio, agua y bosques. Caminará hacia la Puebla de don Fadrique por la ruta hacia la ermita de las Santas mártires Nunilón y Alodía, en la falda de la montaña sagrada, cuyas reliquias evocarán la devoción de los antiguos repobladores navarros y aragoneses. Cuentan los cronistas árabes en el siglo XII que, en lo que hoy parece coincidente con dicho lugar, había un olivo milagroso que florecía y apenas llegaba la noche se formaba la aceituna. La literatura cristiana asociaba dicho suceso con la figura de San Torcuato, por su martirio junto a un olivo. Documentos del archivo de Huéscar del siglo XVI, han dejado testimonio de las romerías para acudir a verlo.
Sigue el camino hasta la antiguamente llamada Volteruela que por influencia del II Duque de Alba, dio en que se mudase el nombre a Puebla de don Fadrique. Allí curiosidad es que una particular congregación de la Contrarreforma hispánica desde su fundación, allá por el siglo XVII, sigue celebrando el “Ejercicio de la Buena Muerte”, una práctica estricta de discernimiento en torno a la propia muerte para afrontarla adecuadamente.
Llegando a Almaciles, a tres kilómetros del límite con la Región de Murcia, donde desde antiguo hubo una casa de postas, un simbólico puente, en desuso para vehículos, apunta hacia la Cruz de Caravaca. Pero ya de antiguo este trayecto que ponía en comunicación el levante con el interior de Granada era muy utilizado en el siglo I a. C., prueba de ello son las fortificaciones romanas de Archivel y Barranda, que se construyeron en la época de las guerras entre César y Pompeyo, en el mencionado siglo. También a lo largo del periodo medieval hay noticias de esta ruta. Fue así transitada por Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, que alentado por los mozárabes de Granada salió en su ayuda y se sabe, que junto a él y sus 2.000 soldados, volvieron por este camino unos 8.000 mozárabes que se asentaron en tierras aragonesas.
El hecho de la aparición y presencia de la Cruz en Caravaca se sitúa en la época de la instauración de ésta como nueva frontera cristiana frente al Islam, aún así infinidad de comerciantes que traficaban entre Valencia y Granada empleaban dicho camino. Pero la Vera Cruz de Caravaca con base en su origen sagrado y misterioso irradiaba una aureola de protección donde cobijar a las tropas del adelantamiento, a los miembros de las Órdenes, a los moradores cristianos de aquella tierra, los fronteros. Muchos, liberados del cautiverio, acudían agradecidos a depositar sus cadenas, como exvotos, a la capilla de la fortaleza en donde se custodiaba la Cruz por la Orden militar encargada del castillo, primero los templarios y tras su disolución, la Orden de Santiago.
La Cruz apareció así con inmenso valor, que se ha conservado por distintas razones hasta la actualidad, destino final de nuestro peregrino, que ha de hacer como el Rey Fernando el Católico tras detenerse en Huéscar ya bajo su dominio, que dando hasta nueva orden respiro a las tropas pasó a hacer oración ante la Cruz bendita de Caravaca.